Visten tus sienes las canas,
imagen de tu madurez temprana.
Semblante de hombre sereno,
desde la niñez a la senectud
derrochaste tu humor eterno.
Defensor de tu Dios, de tu verdad
que cada domingo con devoción rezabas,
que siempre sincero, humilde, honesto,
desde tus entrañabas practicabas.
Enseñanzas que se grabaron a fuego,
a veces en entrañables paseos y charlas,
otras adquiridas en forma de juego.
Visceral en la discusión
infinito estado de rebeldía
puro sentimiento día a día.
Siempre apremiaron las prisas,
casi siempre despedidas con la sonrisa.
Aun guarda mi retina,
el amargo llanto de aquel día,
cuando lágrima a lágrima,
derramabas la rabia que te consumía,
pues ya no eras tú quien nos protegía.
Hablo contigo cada noche,
escucho tu voz, ningún reproche.
Siento tu calor y tu cariño.
cierro los ojos te veo,
para que conmigo estés
otra vez quiero ser niño.
FJGH
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